A principios del siglo XX, Rubén Darío demostró que la columna periodística no tenía por qué ser el género favorito de los ganapanes y que perfectamente podía hacer parte de la literatura —e, incluso, de la gran literatura—. Quién sabe si Sorayda Peguero Isaac leyó en su natal Santo Domingo al maestro nicaragüense; pero, como quiera que haya sido, es evidente que sigue la cauda de su estela.
«Por aquí pasó una luciérnaga» no solo es un libro animado por una decidida voluntad estilística, sino por una fe gozosa y juguetona en los sustantivos, los verbos y los ritmos del español antillano. Ya sea que se ocupe de alguno de los artistas que tanto admira, o que narre alguna malicia sobre su vida en República Dominicana o España, esta joven escritora pone en cada palabra el duende necesario para que, contrariando el famoso pregón de Héctor Lavoe, tu amor de lector no sea un periódico de ayer.