Es el libro cumbre de la producción de Nietzsche. Es un apólogo, una colección de parábolas o semblanzas al estilo de los libros sagrados orientales, en que se condensaba la sabiduría moral de un pueblo. Verdadero poema en prosa, en esta obra parece haberse formado el autor una sensibilidad nueva, un oído nuevo para una música nueva. Zaratustra, el sabio Zaratustra, es un antiguo guerrero; su sabiduría es despreocupada, burlona, violenta; se ríe de todas las tragedias que contempla desde la altura de su montaña. Es como un dios que hubiera inventado el mundo para su recreo. Nada de lo que pasa en el mundo tiene importancia, a no ser desde un punto de vista estético.
El hombre que se entrega al dolor, llora, se humilla y reza, es sencillamente ridículo, porque no conoce los límites del dolor humano y de la personalidad humana. Hay que exponer la vida jugando, correr a la muerte por deporte no porque la vida sea despreciable, sino porque la vida es buena y es inmoral. Entre la oscuridad de sus sentencias, creemos vislumbrar el mensaje de una nueva tierra de promisión, y entre la melancolía de sus lamentaciones, vemos brillar una estrella, un relámpago de claridad que disipa por un momento las brumas en que nos vemos envueltos en la vida cotidiana.